Luis Roberto Barroso
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Algunas de sus obras |
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Nació el 7 de Junio de 1912 en Mercedes (San Luis) y falleció el 13 de agosto de 1973 a la edad de setenta y un años. Egresó como Maestro Normal de la Escuela Normal "Juan Llerena" de esa ciudad obteniendo el premio "Juan W. Gez" por poseer el concepto más alto de su promoción, en 1932. Al año siguiente se recibió de Bachiller en el Colegio Nacional "Juan Esteban Pedernera". Los estudios superiores los realiza en la Universidad Nacional de Córdoba, donde se graduó de doctor en Filosofía y Letras. Radicado en su ciudad natal realizó una intensa actividad docente, como profesor de Literatura, Castellano, Filosofía Didáctica, etc. en distintos establecimientos secundarios, y como director de la Escuela Superior de Literatura y Castellano, dependiente de la Universidad Católica de Cuyo. También ha desarrollado una prolífera labor cultural: Presidente fundador de la Comisión Municipal de Cultura de Mercedes, Secretario de la Delegación del Instituto Nacional Sanmartiniano, miembro de la filial San Luis de la S.A.D.E., y del Instituto Cuyano de Cultura Americana con asiento en Mendoza. Ha dictado numerosas conferencias, curso y cursillos auspiciados por organismos oficiales. Además ha desempeñado cargos públicos: en 1967, fue Presidente del Consejo Provincial de Educación y en el período 1967-1970 fue Ministro de Bienestar Social de la Provincia de San Luis. Entre sus obras de ensayos: "La conciencia de Bergson" (1948); "Ensayo sobre el problema de los sueños"; "Los estímulos" y "Esprítu y grandeza del Libertador" (1964). Entre su producción poética sobresalen "Sonetos elementales" (1964) y "Sonetos de primavera" (1967). Rienda segura un rústico tropero, recio, flexible, enhiesta la cabeza, como clavado al lomo con firmeza parece en el corcovo un ser de acero. Tiembla furioso el chúcaro altanero, fuego que embiste con cerril fiereza, pero el bozal con singular certeza lo sofrena en los límites del potrero. Ronco y febril de su carrera loca, jadeante y torpe en su cansancio mudo, caliente espuma arroja por la boca. Indómito y arisco el potro rueda, hecho de pampa y leyenda, toca el corazón con su relincho agudo. de "Sonetos de primavera" No te quiero perder ni tú perderme; Yo te quiero tener y conservarte; Tú me quieres guardar y yo cuidarte; Tú, del tierno cariño, feliz verme. Con tu dulce mirar quieres prenderme y yo con el amor sutil atarte, de todo cuanto das, yo quiero darte que quiero a ti, con ello, parecerme. Si tú me llamas, voy a ti corriendo; si yo te nombro, rápido apareces; Tú corazón y el mío siempre oyendo. Te digo con unción cuánto mereces, Si tú conmigo estás, te estoy diciendo Que el alma, con tu afecto, me enterneces. de "Sonetos elementales" Solloza el día en su grisáceo impuro de viento y polvo, de teñido cielo; funesta hora de ramas en el suelo, y cerrazón que opaca el verde puro. Muere la tarde en el ocaso duro, en un sombrío y palpitante duelo, que el ave esconde su agitado vuelo y el cielo llora su paisaje oscuro. Retumba el trueno y su gemir sonoro, en un delirio de raudal violento, con gotas gruesas se transforma en coro. Entre el chubasco indómito y el viento el agua azota la espigilla de oro, el bosque umbroso y el yuyal sediento. de "Sonetos de primavera" Así lúcida es, jovial, ruidosa, abierta a las delicias de la vida, inestable, cambiante, presumida, pero siempre atrayente y olorosa. Como el agua que corre presurosa, corretea valiente y atrevida, en su afán de admirar, envanecida, de inconstante se torna peligrosa. Como duna en la playa, como arena, cual si fuera un puñado de rocío en las aguas impuras se envenena. Ella avanza impetuosa como un río, que en la pendiente el vértigo enajena, sin comprender si es lance o desafío. de "Sonetos de primavera"
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